Kris Ubach, fotoperiodista y escritora de viajes

Un viaje sosegado

El territorio que abarca la Ruta del Vino Ronda – Málaga es extenso y heterogéneo; no solo en paisajes y en gentes sino también en sabores. La Serranía de Ronda, la Axarquía, Manilva y la zona Norte merecen muchos viajes porque en una sola travesía cuesta abarcar y asimilar la panoplia de maravillas que se despliegan y a las que conviene acercarse de manera pausada. Nos centraremos, esta vez, en dos de esos rincones: la bella Ronda y la Axarquía, para —como hicieron los intelectuales del pasado— vivirlas sin prisa.

Paisaje viñedo y sierra, en Ruta del Vino Ronda y Málaga

Decía Orson Welles que no se es de donde se nace sino de donde se escoge morir. Fiel a sus palabras, el brillante cineasta quiso ser rondeño y no estadounidense, y pidió que sus cenizas fueran depositadas en la finca de su gran amigo, el diestro Antonio Ordóñez. Como Welles, muchos a lo largo de la historia se sintieron fascinados por Ronda, una andaluza de vértigo y de arte torero. No destacaremos a Hemingway, porque él estuvo en todas partes, pero sí por ejemplo al marqués de Custine, gran cronista de viajes del siglo XVIII, quien dejó escrito: “Toda mi vida me perseguirá ya la visión de Ronda. Su puente, levitando entre el cielo y el averno”.

Y es que Ronda es muchas cosas pero, por encima de todo, Ronda es el Tajo. El ‘tajo’ es como llaman a la profunda cicatriz que labró en la piedra el río Guadalevín y que alguien en 1751 decidió sortear construyendo un puente que fue toda una proeza de la ingeniería civil de la época. A noventa y ocho metros se levanta ese puente de piedra del suelo, ni más ni menos. Pero antes de eso, tantos siglos separados por el precipicio forjaron una Ronda distinta en cada ribera. Hoy, a un lado está la ciudad nueva, de arquitectura decimonónica, de amplias avenidas, alamedas y una antiquísima plaza de toros que dio tantos apellidos al mundo de la tauromaquia. Al otro lado, la Ronda Vieja, de casas solariegas pertenecientes a la aristocracia rondeña y donde también se erigen —colgados en el abismo— algunos palacios de origen árabe. Uno de ellos, el Palacio de Mondragón, una maravilla arquitectónica con vistas a la serranía, sería ocupado tras la reconquista (sabían bien lo que hacían) por los mismísimos Reyes Católicos.

El Tajo de Ronda. iStock-Sean Pavone

Desde Ronda conviene moverse hacia el este —y en el camino dedicarle unos días, unas semanas o toda una vida al Parque Nacional Sierra de las Nieves y al Parque Natural Montes de Málaga— para situar la base de operaciones en Vélez-Málaga, la capital de la histórica comarca de la Axarquía. Ya dejó claro Don Quijote al pisarla que esta era una tierra en la que apetecía estar: «¡Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena parte nos ha conducido! Porque si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez Málaga«.

La ciudad que acogió a Cervantes (donde hoy una casa en el centro le rinde homenaje) y que fue ciudad natal de la intelectual y ensayista María Zambrano, tiene mucha historia visible. Hay impronta fenicia (varias necrópolis) en ella, pero también árabe, mudéjar y cristiana en sus muchos conventos, capillas, iglesias como la imponente Santa María la Mayor o el antiguo hospital de San Juan de Dios, hoy reconvertido en museo. Si coincide en el tiempo, a la estancia en Vélez-Málaga o en cualquier otro pueblo de la Axarquía, convendría asistir al espectáculo de alguna panda de verdiales, un fandango propio de la provincia de Málaga que tiene gran arraigo en esta comarca, con tres estilos diferentes, Comares, Almogía y Montes.

Pero fuera de la ciudad, el secreto de la Axarquía (o uno de ellos) es su paisaje, rico en viñedos verticales, viñas encajadas en pendientes imposibles donde crece la histórica Moscatel de Málaga (o de Alejandría, que nunca fue modificada genéticamente) y la autóctona Romé tinta y blanca. Con ellas no solo se elaboran vinos afrutados de colores intensos, sino también otro de los orgullos gastronómicos de esta zona: las pasas, el primero de nuestros productos patrios incluido en el Patrimonio Agrícola Mundial por la FAO, la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura. Es esta tierra, pues, de viticultura heroica, de pasas que son patrimonio mundial y de vinos de estirpe ancestral que bien merecen un alto en el camino. Nos encontraremos con pueblos que han conservado ese legado desde la época musulmana e incluso las anteriores, como Almáchar, Arriate, Cómpeta, El Borge, Moclinejo, Mollina o Sayalonga.

Viñedo en la Axarquía, Ruta del Vino Ronda y Málaga

Algunos de estos pueblos son, además, la puerta de entrada, actual e histórica, a las sierras que todavía se levantan más altas al fondo: el Parque Natural Sierras de Tejeda, Amijara y Alhama. El pico de Tejeda, con sus 2.065 metros de altitud, contempla el mar y la vecina Granada desde las alturas. Bajo la atenta mirada de las águilas reales y las perdiceras, toda una red de senderos vertebra estos parajes del parque natural en los que, tanto como en los de más abajo de viñedos pasmosos y admirables, merece la pena perderse…